Por
Laura Casanovas

Dinamismo y expansión de las artes visuales. 1983-2018

LC

 

En diciembre de 1983, sobre la avenida 9 de Julio de la ciudad de Buenos Aires, la artista Marta Minujín presentó su obra El Partenón de libros como símbolo del retorno a la democracia. Se trataba de una estructura metálica que hacía de réplica del célebre Partenón de Atenas, recubierta con veinte mil libros, muchos de ellos prohibidos durante la dictadura militar. Luego de cinco días de exposición, los ejemplares se repartieron entre bibliotecas públicas y las personas presentes. Con gran inteligencia artística, esta obra icónica sintetizaba un estado de situación y proyectaba el futuro. Se refería al fin de uno de los más trágicos períodos de dictadura del país –aunque toda dictadura es una tragedia–, al vínculo roto con la cultura, a la necesidad de hacer visible lo que se había ocultado y/o destruido y ponerlo de inmediato al alcance de la sociedad en su conjunto. Además, aludía a la pertenencia a una cultura occidental letrada y a la potencia del arte para hacer visible el fin de un período y el inicio de un nuevo tiempo para la Argentina.

Ese mismo año tuvieron lugar la acción política El siluetazo, durante la Tercera Marcha de la Resistencia de las Madres de Plaza de Mayo, y la exposición Homenaje de las artes visuales a la democracia, organizada por la Asociación Argentina de Críticos de Arte en diferentes espacios públicos y privados de la ciudad de Buenos Aires. En 1984, la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), establecida por el presidente electo Ricardo Alfonsín, entregaba el informe Nunca más, sobre los miles de desaparecidos durante la dictadura, con el que la sociedad empezó a tomar mayor conocimiento de los horrores perpetrados por los militares. En ese año también, Antonio Seguí representaba al país en la Bienal de Venecia, Marta Minujín en la XVII Bienal Internacional de Arte de San Pablo, y se abrían las puertas del Centro Cultural Ricardo Rojas de la Universidad de Buenos Aires. En el contexto de la revalorización de la pintura, al igual que en otras latitudes, irrumpen en esta década destacados nombres, como los de Guillermo Kuitca, Alfredo Prior, Marcia Schvartz, Eduardo Stupía, Liliana Maresca, Pablo Suárez. Y, en el campo de la fotografía, se inician otros como Eduardo Gil y Adriana Lestido.

Poco después, en 1985, los artistas y arquitectos Luis Benedit, Jacques Bedel y Clorindo Testa llevan a cabo la reforma del antiguo Hogar de Ancianos de los Recoletos, que se transforma en el Centro Cultural Ciudad de Buenos Aires –luego Centro Cultural Recoleta–, con su intensa y estimulante vida artística. Un año más tarde, el Grupo CAyC, que tomó su nombre del centro que lo albergaba (Centro de Arte y Comunicación, dirigido por Jorge Glusberg), e integrado por distintos artistas a lo largo del tiempo –como Juan Carlos Romero, Leopoldo Maler, Víctor Grippo, Alfredo Portillos, entre otros–, es invitado a la XLIII Bienal Internacional de Venecia.

Es el momento del surgimiento, asimismo, de las becas de la Fundación Antorchas, las cuales permanecerán hasta 2006, dinamizando y otorgando posibilidades en el ámbito de la enseñanza y capacitación artística. Otra institución promotora de artistas emergentes de este tiempo es el Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI), cuyas puertas se abrieron en 1988 en el centro porteño, con la dirección de Laura Buccellato. El final del decenio se verá coronado con la aparición de la Galería del Centro Cultural Ricardo Rojas, bajo la dirección de Jorge Gumier Maier, que en la década siguiente concitará la atención de la crítica, parte de la cual consideró la estética de los artistas allí expuestos en términos de light o superficial. Esta observación está puesta en discusión en la actualidad mediante la revisión historiográfica. La ya mítica galería se inaugura con la instalación Lo que el viento se llevó, de Liliana Maresca, y una performance de Batato Barea. Emiliano Miliyo, Edgardo Esteban Pagés, Sebastián Gordín, Marcelo Pombo, Miguel Harte, Alfredo Londaibere, Magdalena Jitrik, Alicia Herrero, entre muchos otros, conformaron el núcleo de artistas vinculados al Rojas. Ese mismo año, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires logra mudarse a su sede definitiva, en la avenida San Juan, del barrio de San Telmo, luego de décadas de peregrinaje.

Los años 90 proponen una nueva dinámica, con el surgimiento de clínicas, más becas y residencias internacionales. Instituciones como la mencionada Fundación Antorchas y el Fondo Nacional de las Artes permiten extender las oportunidades más allá de la ciudad de Buenos Aires para llegar a los artistas del vasto territorio argentino. Se inicia el primer taller a cargo de Guillermo Kuitca, en 1991, con la presencia de becarios de la Fundación Antorchas: Fabián Burgos, Tulio De Sagastizábal, Daniel García, Sergio Bazán, Graciela Hasper y más. En estos años entran en escena, además, las obras de Pablo Siquier, Jorge Macchi, Nicola Costantino, Fabio Kacero, Leandro Erlich, Marcos López, Andrea Moccio, Chiachio & Giannone, Lux Lindner, Hugo Aveta, Gustavo Marrone, Grupo Etcétera, por solo mencionar algunos de ellos. También en ese año se concreta, en el Centro Cultural Recoleta, la primera edición de arteBA, que se constituye en la principal feria local de arte contemporáneo hasta el presente. Un año antes se sumaba al circuito expositivo porteño el espacio de la Fundación Banco Patricios, que albergaría recordadas propuestas, como la muestra 90-60-90, de 1994.

A mediados de la década se crean la Fundación Jorge Federico Klemm y el Centro Cultural Borges, se celebra la Primera Bienal de Arte en la ciudad de Buenos Aires y abre sus puertas el Museo de Arte Moderno de Bahía Blanca. En 1996, se establece Fundación Proa, en el barrio porteño de La Boca, con exposiciones nacionales e internacionales.Al año siguiente se organiza la Primera Bienal Nacional de Arte de Bahía Blanca, en el Museo de Arte Contemporáneo de dicha ciudad, y se presenta la I Bienal del Mercosur (Porto Alegre, Brasil). Sobre la costa del Río de la Plata se inaugura, en 1998, el Parque de la Memoria, que comprende el Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado, una sala de exhibiciones y un programa de arte público. Y se ilumina un nuevo escenario para el arte del país con la primera edición de la Bienal Internacional de Esculturas de la provincia del Chaco.

El nuevo milenio se inicia al calor sofocante de la crisis socioeconómica y política de fines de 2001, tras la cual se intensifican las acciones de arte urbano y callejero, que ya se habían hecho eco la década anterior con la formación del Grupo de Arte Callejero (GAC) en 1997. Como consecuencia de las protestas del 19 y 20 de diciembre, surge el Taller Popular de Serigrafía (TPS). Se inaugura, además, el Centro Cultural de la Cooperación. Poco después se crea la editorial y cooperativa de trabajo Eloísa Cartonera y se realiza “Arte y confección, semana cultural por Bruckman”, donde artistas se unen a la lucha de las trabajadoras por recuperar sus puestos en la fábrica. El comienzo de esta década tuvo otra particularidad llamativa y muy promisoria en medio del contexto adverso: un proceso de institucionalización marcado por la renovación y el surgimiento de nuevos museos para las artes visuales, no solo en la ciudad de Buenos Aires, con la apertura del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), en 2001, y del Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Muntref), en la localidad bonaerense de Caseros, en 2002, sino también en varias provincias. Empezaba a nivelarse un poco el predominio de Buenos Aires, el cual ha generado históricamente una desigual distribución de recursos y posibilidades, a la vez que cobraba nueva visibilidad la destacada producción artística y teórica de ciudades como Rosario, Córdoba y Tucumán. En 2004 abrieron sus puertas el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Macro), el Museo Nacional de Bellas Artes de Neuquén y el Museo de Arte Contemporáneo de Salta, dependientes de los estados provinciales. Dos años después se inaugura el Museo de Arte Tigre en la provincia de Buenos Aires, y en 2007, en la provincia de Córdoba, reabre el Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa tras su remodelación. Ese año, en la ciudad de Ushuaia, la Bienal de Arte Contemporáneo del Fin del Mundo, de alcance internacional, coloca la brújula hacia el sur y extiende la escena artística, mientras León Ferrari recibe el León de Oro en la 52a Bienal de Venecia. Un año antes se instalaba en la ciudad de Buenos Aires el Espacio de Arte de la Fundación OSDE, cuya primera exposición, Cuerpo y materia, con curaduría de María Teresa Constantin, fue pionera en analizar cómo reaccionó el campo artístico frente a la dictadura entre 1976 y 1985.

La multiplicación institucional del período encuentra eco en la creciente profesionalización de las artes visuales, debido a una oferta académica relevante sobre historia del arte, gestión cultural, curaduría, conservación y restauración por parte de universidades públicas y privadas. Algunos artistas del nuevo siglo son Adrián Villar Rojas, Andrés Denegri, Max Gómez Canle, Matías Duville, Diego Bianchi, Pablo Ziccarello, Viviana Blanco, Pablo Lehmann, Débora Pierpaoli, Vicente Grondona, Mondongo, Carlos Herrera, Luna Paiva, Karina Granieri, Adriana Minoliti, Nahuel Vecino, Laura Códega, Franco Basualdo, Amaya Bouquet, Martín Carrizo, en otra enumeración parcial. Se suma como rasgo de esta época la irrupción de residencias para artistas con el fin de promover la producción y los intercambios regionales e internacionales; entre ellas, Proyecto TRAMA, El Basilisco y la Residencia Internacional de Artistas en Argentina (RIAA).

Adentrándonos en el presente decenio, se concreta –luego de su restauración– la esperada inauguración del mural Ejercicio plástico, del mexicano David Alfaro Siqueiros, que este realizó en 1933 en el sótano de la quinta del empresario periodístico Natalio Botana, en colaboración con los artistas Lino Enea Spilimbergo, Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino y el escenógrafo uruguayo Enrique Lázaro. Se lo ubica en el Museo del Bicentenario, en la vieja Aduana Taylor, en la Casa Rosada.También en 2010 abre la Casa Nacional del Bicentenario en el barrio porteño de Recoleta. Poco después, cumple cien años el Salón Nacional de Artes Visuales, cuya primera edición data de 1910. El Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires se inaugura en 2012 y, dos años después, abre sus puertas el Centro Cultural Kirchner (CCK) y se concreta la primera edición de la Bienal de Performance. En tanto, la primera edición de la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de América del Sur (Bienalsur), organizada por la Universidad Nacional de Tres de Febrero, tiene lugar en 2017. Un año después se crea la Asamblea Permanente de Trabajadoras del Arte Nosotras Proponemos, en respuesta a las alertas por abuso sexual extendido en distintos ámbitos sociales.

Y regresamos al principio, esta vez con la perspectiva del tiempo transcurrido, de la historia y la memoria, de la mano nuevamente de Marta Minujín y El Partenón de los libros prohibidos: otra versión de su obra de 1983, presentada, esta vez, por invitación en la edición número 14 de documenta, en la ciudad alemana de Kassel, en 2017. Tan solo un año después, con espíritu de revisión y homenaje, se inaugura la exhibición Democracia en obra, en el CCK, que reúne a grandes artistas argentinos surgidos antes, durante y luego del golpe militar del 24 de marzo de 1976 y activos en estos años de democracia. En esta propuesta, las obras de Juan Carlos Distéfano, Margarita Paksa, Federico Manuel Peralta Ramos, Horacio Zabala, Liliana Porter cruzan miradas con las de artistas de generaciones posteriores y dimensionan las más de tres décadas recientes de libertades, durante las cuales se sucedieron aciertos y desaciertos, pero que constituyen un motivo de incuestionable celebración. Incluye un destacado conjunto de obras de artistas extranjeros que reflexionan sobre la democracia como forma de organización colectiva. Una muestra que nos recuerda algo fundamental: la democracia es una gran obra en permanente construcción, a continuar y mejorar día a día por todos.

 

 

*Texto publicado originalmente en el catálogo de la exposición  Democracia en obra realizada en 2018 en el CCK

** Imagen: Marta Minujín, el partenón de libros, 1983