Por
Ezequiel Filgueira Risso

EL ASEDIO CULTURAL: LA PLURINACIONALIDAD BOLIVIANA FRENTE A TRES PROCESOS ELECTORALES

 

Resumen

Se recurre al caso del asedio cultural sufrido por los pueblos indígenas de Guatemala en los añossetenta y ochenta para explicitar, por un lado, la continuidad de lógicas estratégicas y políticas coloniales en la actualidad y por el otro, su manifestación en el golpe de estado que precipitó violentamente la salida del gobierno del ex presidente de Bolivia, Evo Morales, en noviembre de 2019. En ese orden de cosas, se realiza una aproximación al significado y las implicancias de las innovaciones estatales promovidas por los procesos autonómicos de los pueblos indígenas y campesinos de Bolivia, consagradas por la nueva Constitución Política del Estado Plurinacional de 2009. Luego, se abordan sucintamente los procesos electorales en la Organización de Estados Americanos, Bolivia y los EE.UU. desarrollados a lo largo del 2020 para facilitar la comprensión de las activas resistencias internas y externas que continúan despertando las demandas por la profundización de la Plurinacionalidad. Dada la ubicuidad y la intensidad de tales resistencias se propone retomar la figura del asedio cultural como hipótesis explicativa de las estrategias que obstaculizan este proceso histórico y que pretenden relegarlo a un mero ejercicio constitucional. Palabras claves:Interculturalidad –Plurinacionalidad –Transformación estatal –Autonomías indígenas –Partido Movimiento al Socialismo –Bolivia –Política exterior –RegionalismoAbstractThe case of the cultural siege suffered by the indigenous peoples of Guatemala in the seventies and eighties is used to explain, on the one hand, the continuity of strategic logics and colonial policies in the present. On the other, its manifestation in the coup that violently precipitated the resignation of the government of former Bolivian president, Evo Morales, in November 2019. In that order of things, an approach is made to the meaning and implications of the innovations promoted by the autonomous processes of the indigenous and peasant peoples of Bolivia, enshrined in the new Political Constitution of the Plurinational State of 2009. Then, the electoral processes of the OAS, Bolivia and the United States developed throughout the of 2020 are briefly addressed to facilitate understanding of the active internal and external resistance generated by the demands for the deepening of Plurinationality. Given the ubiquity and intensity of such resistances, it is proposed to retake the figure of the cultural siege as an explanatory hypothesis of the strategies that hinder this historical process, and that seek to relegate it to a mere constitutional exercise.Key Words: Interculturality –Plurinationality –State transformation, Indigenous autonomies –Movimiento al Socialismo Party –Bolivia –Foreign policy –Regionalism

Introducción

Cuando pienso en los hechos trágicos sucedidos recientemente en Bolivia ―me refiero al golpe de Estado de finales de 2019 que precipitó violentamente la salida del ex presidente Evo Morales y del partido Movimiento al Socialismo (MAS) del gobierno― me asalta una imagen hiperbólica, como una breve aproximación artístico-cultural a ese escenario político y social complejo; salvando las evidentes distancias entre la Guatemala de los setenta y el Estado plurinacional de hoy. Pero, sin dudas, tanto el asedio a los Mayas ixiles de Guatemala, ejercido desde 1978 a 1984, como las implicancias de tres procesos electorales que tuvieron lugar a lo largo del 2020 y que debieron enfrentar ―de una manera u de otra― los pueblos indígenas de Bolivia, facilitan la comprensión de la cultura ya no como instancia de representación de la realidad a través de objetos bellos sino como un dispositivo para el ejercicio del poder (AGAMBEN, 2014) y para la dominación, incluso subjetiva, en el más franco de los sentidos. Es decir, como un instrumento reaccionario, que se opone a la innovación y la diferencia, según lo plantea Guattari desde el esquizoanálisis (Guattari Y Rolnik, 2013).Aproximarse al significado de las autonomías indígenas y su vinculación con el proceso de transformación estatal de Bolivia, encarado por la Asamblea Constituyente desde 2006 a 2009 ―que condujo al establecimiento de la plurinacionalidad y la Nueva Constitución Política del Estado―, ayudaría a comprender no sólo el nivel de creatividad e inteligencia social desplegada por los movimientos indígenas y campesinos bolivianos, sino las intensas resistencias internas y externas que despertaron. Es el factotum autonomías indígenas una síntesis de procesos de singularización económico, político y socio-cultural de Bolivia, que ponen de manifiesto el deseo por otro tipo de sociedad, que se articula con otros procesos de la región. Por ello, también, un tema que debieron y deberán atender todos los actores antes, durante y después de los procesos electorales de la Organización de Estados Americanos (OEA), Bolivia y de los EE.UU. Procesos electorales que, además, dejaron ver su articulación estratégica tomando la apariencia de un significativo asedio cultural.A partir de lo mencionado, en el primer apartado se presentará el caso de los Mayas ixiles de Guatemala recurriendo como fuente al trabajo de investigación interdisciplinaria realizado por el colectivo Forensics Architecture. Se enuncia la sintonía de la lógica estratégica y política implementada en los años setenta y ochenta por las fuerzas armadas de Guatemala y los EE.UU. con las de la colonización europea para explicitar, por un lado, la continuidad de procesos de larga data en la actualidad. Por el otro, su manifestación en el golpe de estado que precipitó violentamente la salida del ex presidente de Bolivia, Evo Morales, del gobierno en noviembre de 2019. Luego, en ese mismo contexto, se realizará una aproximación al significado y las implicancias de los procesos autonómicos de los pueblos indígenas y campesinos de Bolivia, y a la consagración de la plurinacionalidad en la nueva Constitución Política del Estado de 2009, para facilitar la comprensión de las activas resistencias internas y externas que despiertan. En segundo apartado, se abordará sucintamente los procesos electorales de la OEA, Bolivia y los EE.UU. desplegados a lo largo del 2020, para explicitar la ubicuidad de tales resistencias a las innovaciones promovidas por los pueblos indígenas bolivianos,así como la intensidad de sus fuerzas que configuraron el asedio de la monocultura dominante.

1.El significado de las autonomías indígenas

En el libro Hacia una estética investigativa(MACBA y MUAC, 2018) el colectivo artístico-científico Forensics Architecture da cuenta de las motivaciones y la extensión de la violencia ejercida por las fuerzas armadas de Guatemala sobre el pueblo Maya ixil en la región de El Quiché, en los años setenta y ochenta. Violencia que en el año 1999 fue caracterizada por la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH) como actos de genocidio aislados, y no como la culminación de un proceso de colonización secular, como sí lo definieron el historiador estadounidense Greg Grandin y como probó, a través de evidencias arquitectónicas y ambientales, el colectivo Forensic Architecture.Citando casi textualmente la publicación de Forensic Architecture(Macba yMuac, 2018), los ixiles fueron desplazados gradualmente por el proceso de colonización desde las zonas fértiles hacia las tierras más rigurosas, desde donde continuaron ejerciendo su autonomía basada en la co-construcción1de la selva a través de pequeños jardines de subsistencia producidos alrededor de suscasas dispersas por el territorio, hasta allí un bien común. Esta autonomía, que no los convertía ni en ciudadanos ni en partícipes de la economía nacional a los ojos del Estado, fue percibida por su ejército como amenaza a la soberanía. Motivos por los que se intensificó la represión militar con el fin de destruir algo más que las condiciones ambientales de las que dependían los modos de vida de los ixiles y, de esta forma, ponerlos bajo control estatal. En el lenguaje casi cibernético de la Guerra Fría, se catalogó a las comunidades como células comunistas infiltradas, a las aldeas como la base material de una insurrección y al pueblo como subversivo. Un entorno que, además, escapaba al control del ejército estadounidense, junto con otros escenarios del Caribe, y que sirvió de justificación para el desarrollo de un taxativo plan de reorganización territorial basado en la construcción de polos de desarrollo donde se relocalizó a los sobrevivientes y se les entrenó en técnicas modernas de cultivo. El colectivo Forensic Architecture enfatiza la sintonía entre la lógica estratégica y política de estas fábricas transparentes (Comeron, 2007), y la estrategia de los colonizadores españoles, a saber: la concentración del pueblo indígena disperso para la ampliación de la frontera del desarrollo.En otro orden de cosas, y en un contexto completamente diferente, pero compartiendo algunos temas centrales ―como buena parte de los países latinoamericanos―, ¿podríamos imaginar a un referente social de uno de esos polos de desarrollo modelo saliendo a disputar el poder político en nombre de sus movimientos sociales indígenas y campesinos hasta llegar a la presidencia? Suena inverosímil y emocionante a la vez. Todos querríamos ser esa persona; hasta ahí. Sin embargo, ¿qué representaría ese referente si se lo denunciara a posterioride implementar políticas en contra de sus propios movimientos? Es por eso que resulta inverosímil escuchar y leer los cuestionamientos de esos movimientos a Evo Morales y al partido MAS desde su asunción al gobierno a finales del 2005. Considerando, incluso, que durante de la última década se acusó al gobierno del MAS de haberse ‘derechizado’ o de que el propio MAS hablara de su gestión en términos de modelode transición a modo de argumentación sobre el cambio de dirección respecto de la comprometida desde los tiempos previos a la Constitución Política del Estado Plurinacional. También impresiona que buena parte de los medios de comunicación presenten a Evo Morales y al MAS como disidentesdel sistema democrático, y en segundo lugar ―y tímidamente― como los implementadores de políticas con efectos democratizadores a nivel social ―un avance para nada menor2― pero no como lo contrario, obturando un campo inmenso de la realidad. Quizá por la complejidad que implica presentar los cuestionamientos al MAS desde sus propias bases e introducir a la audiencia al inmenso universo cultural boliviano ―que hasta podría catalizar formas de identificación en ellas―, o quizá por simple interés. Situar a ‘los siempre malos’ del lado de ‘los eternos buenos’obliga a resignificar a los segundos y habilita a formular algunas preguntas sobre sus intereses y motivaciones. Sucediendo lo mismo pero a la inversa. Presentación parcial y sin matices que también idealiza a Evo Morales y al MAS como los siempre buenos. Es decir, un gobierno progresista que lucha por la autonomía y los derechos culturales de los pueblos indígenas de Latinoamérica. Idealización alimentada por la amplia parafernalia cultural desplegada para presentarse a sí mismos como defensores de los intereses de tales pueblos; siendo los actos oficiales del Estado Plurinacional y el plano multilateral, como los foros de las Naciones Unidas, ejemplos en el que la instrumentalización de su identidad y simbología fue muy visible y redituable3.Más allá de la disputa narrativa de las dos idealizaciones, lo cierto es que a esta altura no se trata de acusaciones injustificadasde algunos movimientos sociales locales que afirman que el MAS implementó políticas anti-indígenas, en tanto se dirigieron en sentido inverso al proceso pre-constituyente4que los llevó al gobierno, sino de hechos constatables y analizados largamente en la literatura especializada. Sucesos que no sólo produjeron el debilitamiento de los movimientos populares y sus bases de sustentación, sino que habilitaron su reconfiguración junto con la del escenario político en su conjunto (CEDLA, 2020; Chávez León, 2008; Díaz Cuellar, 2019; Jiménez Cortéz, 2017). Los efectos de tales reconfiguraciones fueron diversos y se cristalizaron según las coyunturas,pero sin duda reforzaron el carácter “abigarrado” de las sociedades bolivianas.Uno de los casos paradigmáticos lo constituyen las disputas por la construcción de la carretera a través del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (Archivo Documental Isiboro Sécure, 2019), entre las que se cuentan la realización de la VIII Marcha por la Vida, el Territorio y la Dignidad de los Pueblos en 2011, que abrió un nuevo ciclo de conflictividad política. La proyección del tramo carretero, que buscaría unir el Oriente con el Occidente de Bolivia para conectarla con Brasil, Perú y el mercado asiático, amenazó el futuro del bosque amazónico ―donde se superponen un corredor de biodiversidad y unafranja petrolera― y de las comunidades indígenas de los pueblos moxeños, yuracarés y chimanes.Los intercambios entre estas posiciones básicas enfrentadas ―una en defensa del parque nacional y de los derechos de sus comunidades indígenas y la otra a favor de la carretera que buscaría reforzar el proyecto industrializador y neoextractivista― generaron dos efectos relevantes señalados por Jiménez Cortés (2017). Efectos que exigirán, en el futuro, una mirada retrospectiva y su re-significación a la hora de analizar diversos sucesos, como el rechazo a la reelección indefinida de Morales por medio del referéndum del 2016 o aquellos que marcaron su salida trágica del gobierno en 2019. Por un lado, la tensión que la VIII Marcha ejerció sobre el gobierno, poniendo de manifiesto las contradicciones de los diversos proyectos políticos populares que se articularon débilmente durante el proceso pre-constituyente bajo la figura del Pacto de Unidad, que le permitió al MAS alcanzar el poder en 2005 pero que no resolvió las diferencias internas de sus bases. Por el otro, y tras estas movilizaciones, el quiebre de esa alianza estratégica de los sectores populares y su división en dos bloques representativos, a saber: los movimientos indígenas y originarios ―que desarrollaron una propuesta política conjunta como alternativa crítica al gobierno― y los movimientos campesinos y cocaleros ―bajo el control MASista y del ejecutivo―, cada parte representada orgánicamente por diferentes organizaciones.El núcleo de los cuestionamientos a las políticas del MAS que ponen en riesgo el futuro de las comunidades indígenas consiste, según Makaran (2018), en la imposición identitaria y cultural del nacionalismo; la cooptación y persecución de las organizaciones sociales como ambición del monopolio político que ―mediante el clientelismo, las persecuciones y la criminalización de las protestas, entre otras prácticas― promueve la centralidad del Estado nación frente a la propuesta del ejercicio horizontal del plurinacionalismo, así como el neoextractivismo y neodesarrollismo como políticas de despojo y etnocidio. Estas críticas representan, según la autora, los tres frentes de disputa autonómica. Es decir, el reclamo por un cambio de modelo político ―en tanto rechazo al liberalismo―, económico ―en tanto rechazo al capitalismo― y cultural ―en tanto rechazo al monopolio cultural criollo-mestizo― al que se hace referencia, con muchas contradicciones, en la nueva constitución del Estado Plurinacional.Profundizando en esas críticas, es útil agregar que, por un lado, el tema de las reservas de gas y de la reivindicación de la autonomía se encuentran en el centro de la política boliviana y es inevitable que tengan un impacto sobre sucesos venideros (Assies, 2006). Por el otro, que las organizaciones indígenas y campesinas proponen las ‘autonomías indígenas’ como respuesta defensiva ante el avance de las oligarquías conservadoras (Chávez León, 2008) que reivindican la conformación de ‘departamentos autónomos’ y la separación del resto del país para asegurarse la propiedad de la tierra y las exportaciones de gas a México y a los EE.UU., a través del territorio chileno. Esta ofensiva cívico-empresarial que desconoce el derecho de autogobierno y al manejo de recursos naturales de las organizaciones indígenas (Chávez León, 2008) da lugar a una tensión de significados entre ambas propuestas. Los sectores populares resignifican la noción de autonomía y ladisputan para situarla en el centro de su propuesta de transformación del Estado y su camino hacia su descolonización, al buscar incluir otras formas de hacer política, como las prácticas no liberales excluidas por la monocultura dominante.Estas demandasindígenas, campesinas y populares que buscan hacer efectiva y materializar democráticamente la Plurinación, es decir una nueva forma estatal, constituyenla osadía más significativa planteada por los sectores subalternos y dominados desde la revolución francesa de 1789 (Gómez Leyton, 2017) y una experiencia histórica (Chávez León,2008). Porque serán parte de las demandas del futuro es importante destacar que las propuestas elaboradas por estos sectores antes del inicio de las sesiones de la Asamblea Constituyente ―en 2006― incluían, según Chávez León (2008), cuatro temas fundamentales que aluden a la estructura del Estado: división política administrativa ―para discutir los poderes departamentales y municipales gestionados por las oligarquías―, “autodeterminación de los pueblos” ―que más tarde se llamó “autonomía” y luego “estatutos autonómicos indígenas”―, Estados Plurinacional y Asamblea parlamentaria unicameral. Más allá de la deriva que siguió cada tema, entre sus significaciones se juega el fin de la dominación colonial-europea por vía de la inclusión y la participación de los pueblos indígenas, quienes nunca tuvieron “existencia constitucional”, y con ello superar la condición de “Estado fallido”, de “Nación ficticia”. Es decir, se trata de la superación de una de las contradicciones históricas fundamentales que las veinte coyunturas constituyentes anteriores no resolvieron (Gómez Leyton, 2017;Zaffaroni, 2020). Es por eso que la obstaculización de este proceso histórico por el MAS, convirtiéndolo en unejercicio constitucional, folclorizante y despolitizado (Jiménez Cortéz, 2017; López Flores, 2018) ha generado tantas resistencias de los movimientos sociales y jugó un rol central en el devenir del Proceso de cambio, como se autodeclaró la gestión del MAS.Son estas críticas, inimaginables, extremadamente profundas ―porque hunden sus argumentos hasta las raíces de la cultura indígena y la historia boliviana―, las que habilitan a preguntarse hasta qué punto resultaron el verdadero factotumque desencadenó, tras el desgaste producido por tres mandatos presidenciales, la salida de Evo Morales y del MAS del gobierno en noviembre de 2019, que cedió el paso a los demás eventos trágicos, aunque no estuvieran estratégicamente relacionados con estos últimos. Entre ellas, la disputa por la autonomía y el tipo de respuestas ofrecidas a cambio, “el quid de la cuestión y el eje alrededor del cual se articula el actual conflicto entre los pueblos indígenas y el Estado Plurinacional” (Makaran, 2018). Es por ello que para entender lo sucedido en Bolivia ayudaría observar el retroceso del apoyo popular al MAS ―o, más bien, su fluctuación según las diversas circunstancias― y el intenso sentimiento de traición de los movimientos sociales indígenas, cuyo soporte hubiera constituido ―quizá― una barrera de contención y un mecanismo de defensa adicional frente a las amenazas internas y externas que sí fueron efectivas en el pasado. En 2009 las élites se declararon en abierta rebeldía contra el nuevo orden político-institucional establecido por la nueva Constitución Política del Estado Plurinacional. Esos intentos desestabilizadores fueron rechazados y resistidos por “la plebe” y careció del apoyo de las instituciones y de otros actores estratégicos como los sectores medios y las Fuerzas Armadas. También los países de la región latinoamericana se movilizaron bajo el marco institucional de la UNASUR contra la sublevación cívico-política. Intentona golpista que contaría con el apoyo de los EE.UU. a través de su embajada (Gómez Leyton, 2017;Morales, 2019;Trotta, 2018). Hecho que abonó a la tirantez que caracterizó la relación bilateral entre ambos países desde la gestión del MAS y que delineó la continuidad de la estrategia de política exterior estadounidense a lo largo de las gestiones de Bush, Obama y Trump.Así, las autonomías indígenas son una síntesis de procesos de singularización económico, político y socio-cultural de Bolivia ―entendidos como el desarrollo de modos de sensibilidad existencial que coincide con undeseo por otro tipo de sociedad (GuattariyRolnik,2013)―, que se articula con otros procesos de la región. Es, por ello, un tema quedebieron y deberán atender todos los actores antes, durante y después de los tres procesos electorales desplegados en elcurso del 2020 ―a saber, el de la Organización de Estados Americanos (OEA), Bolivia y los EE.UU.― y cuyas resistencias a esas búsquedas podrían configurar un significativo asedio cultural.

2. El asedio cultural y los tres procesos electorales

Parafraseando a Assies, la Plurinacionalidad se encuentra en el centro de la vida política de Bolivia y será inevitable que participe del juego de su futuro. Su construcción, abierta e impredecible, irá planteando los nuevos desafíos internos y externos hacia su definición como democracia poscolonial o anticolonial (Gómez Leyton, 2017). De cara a esa definición pareciera necesario observar los efectos y el devenir de la correlación entre las transformaciones experimentadas en el ámbito doméstico ―tanto en los postulados ideológicos como en materia político-económica― y el proceso de ajuste y reestructuración de la agenda exterior del país (Ceppi, 2014).El giro que la política exterior de Morales realizó en sus trece años de gestión estableció un punto de inflexión respecto de los gobiernos anteriores. A partir de los principios y objetivos que la sustentaron, la función otorgada a los espacios multilaterales como ámbitos de demandas y la selectiva diversificación de los vínculos bilaterales (Ceppi, 2014;Querejazu Escobari, 2014) logró mantener la compleja escena interna lo suficientemente cohesionada, así como escaló la tensión de algunas de las relaciones bilaterales más destacadas con diferentes resultados, como con los EE.UU. La relación de reciprocidad entre política exterior y la doméstica se caracterizó por la articulación de un discurso indigenista, ambientalista y antiimperialista con la intensificación de la impronta política e ideológica que se expresa en la participación del proyecto bolivarianoy el respeto por los liderazgos de Hugo Chávezy de los Castro. A ello se suma la diversificación de sus relaciones bilaterales, como los vínculos con China, Rusia e Irán, junto con las pulidas afinidades con los gobiernos progresistas de Ecuador, Argentina y Brasil, sucediendo lo contrario con los socios estadounidenses en la región, como Chile y Colombia.Esta compleja trama de vínculos y de orientaciones que configuran el giro de las agendas de los gobierno de Morales respecto de sus antecesores, que encontraría su basamento en la cultura y la historia de su país, tornaron hostil y conflictiva la relación con los EE.UU. que, según Morales, no ha dejado de perseguirlo y estigmatizarlo. Entre los motivos Morales cuenta su pertencia a los movimientos sociales indígenas y campesinos cocaleros, que sirivió de base para la promoción de forzadas asociaciones con el terrorismo y el narcotráfico (RT, 2015; Morales, 2020). En el contexto de una crisis bilateral que fue intensificándose, Morales acusa a los EE.UU. de aplicar una política injerencista y colonial en su país y en la región. Entre esas acusaciones, que también tienen lugar en diferentes ámbitos internacionales ―como la VII Cumbre de las Américas de 2015 y la Asamblea General de la ONU de 20165―,se cuentanplantear la desaparición de Bolivia en 1959 (Trotta, 2018); realizar espionaje político y promover el divisionismo para conspirar contra la democracia junto con las élites, como en el golpe de estado fallido del 2009 (Ceppi, 2014; Trotta, 2018;Weisbrot, 2011) que motivó la actuación de la UNASUR en la defensa del presidente Morales y concluyó con la expulsión del embajador de los EEUU en La Paz y la suspensión por tiempo indefinido de las actividades de la DEA; la negativa de extradición del expresidente de Bolivia, Sánchez de Lozada, por parte del gobierno de Obama; la falta de transparencia en el uso de dinero de la USAID en el país, que es expulsada del país acusada de impulsar proyectos de desarrollo con fines políticos y de dividir las organizaciones sociales (Ceppi, 2014; Morales, 2020; Weisbrot, 2011). En otras palabras, de realizar intentos sistemáticos para desestabilizar el Proceso de Cambio del MAS (Ceppi, 2014; El Mundo, 2008; Los Tiempos, 2008; Weisbrot, 2011), de los que la promoción del golpe de estado de noviembre de 2019, con la complicidad de la Misión de Observación Electoral de la OEA y la de su secretario general serían otro ejemplo más (Saltalamacchia Ziccardi, 2020; Salazar, 2020). Es necesario detenerse en las críticas a la OEA porque, además de pasar de largo demasiado rápido en la opinión pública, según algunas evidencias resulta factible suponer que su controvertida participación en el proceso electoral de octubre y noviembre de 2019 influyó de forma decisiva en la ruptura del orden constitucional en Bolivia. También porque esa participación podría considerarse un indicador de la calidad del sistema interamericano, del cual es una de las instituciones centrales, y un factor que influirá tanto en las agendas doméstica y de política exterior de Bolivia como en los equilibrios de poder de la región promoviendo la profundización de su fragmentación.Entre las razones de los cuestionamientos internacionales al desempeño de asistencia técnica de la Misión de observación electoral (MOE) de la OEA y al de su Secretario General, Saltalamacchia Ziccardi (2020) y Salazar (2020) listan la descalificación apresurada de los resultados preliminares oficiales, decisión que luego nunca revisaron; la metodología estadística utilizada por la MOE para proyectar los resultados de la primera vuelta electoral, que fue discutida y refutada por expertos en estadística electoral de instituciones de primera línea como el MIT; la falta de respuesta oficial a esos cuestionamientos ―como el pedido formal del gobierno de México―. Se agrega la falta de condena del Secretario General a los hechos que, según sus declaraciones configuraron “una alteración del orden constitucional que afecta gravemente el orden democrático de un Estado Miembro” (OEA, 2001) y su apresurada declaración, realizada en una reunión oficial de la OEA, afirmando que “en Bolivia ocurrió un golpe de Estado cuando se cometió el fraude electoral que tenía como resultado el triunfo del ex presidente Evo Morales en primera vuelta” (OEA, 2019) por medio de la cual pareció tomar parte; y, finalmente, la falta de autonomía de la MOE que depende orgánicamente del Secretario General, poniendo de manifiesto un problema de diseño institucional que se vuelve mucho más significativo cuando sus misiones ocurren cuando éste se encuentra campaña para reelegirse, hecho que introdujo serias dudas sobre la imparcialidad de su conducta. Esta cuestionada intervención se realiza, además, en un escenario político altamente volátil delineado por la postulaciónformal de Luis Almagro por parte de Colombia ―uno de los socios de los EEUU en la región y de tensas relaciones bilaterales con Bolivia―; por la campaña que Mike Pompeo realizó entre los países del Caribe a favor de la reelección de Almagro, como por el apoyo de Trump y su gobierno a Guaidó ―en tanto opositor al proyecto bolivariano en Venezuela―, que por extensión sumó argumentos a la conflictiva relación entre Bolivia y los EE.UU. Señales que, además de reforzar las diferencias y tensaras relaciones entre los países de la región promoviendo su desunión, parecieron advertir a su comunidad diplomática que, como sucedió en Honduras y en Haití en 2009 y 2010 (Weisbrot, 2011)6Washington y la OEA apoyaron el golpe de estado en Bolivia y que todo lo que sucedería en los siguientes meses era previsible, sino previsto. Si el orden de los factores no logró alterar por completo el producto, porque el MAS finalmente recuperó el poder en octubre de 2020, al menos le permitió a los EE.UU. armar su juego con suficiente tiempo como para promover algunos cambios sustantivos y fortalecer su posición en la región. La articulación de los procesos electorales de la OEA, Bolivia y los EE.UU. desplegados en el curso del 2020 y sus derivas, además de mostrar la intensidad dereacciones que son capaces de despertar en la región las motivaciones de sus participantes, podrían configurar, por un lado, los horizontes y las limitaciones a corto plazo de las transformaciones de las estructuras político-institucionales de Bolivia y de las demandas sociales que reclaman su realización efectiva. Cambios que podrían resumirse bajo la Plurinacionalidad ―que incluye a los procesos autonómicos indígenas como uno de sus componentes esenciales― y que son obstaculizados desde múltiples frentes. Por el otro, las consecuencias de la articulación de los procesos electorales pusieron de manifiesto, junto con la elección de un estadounidense a la cabeza del Banco Interamericano de Desarrollo en septiembre del 2020, el descalabro del sistema interamericano (Tokatlian, 2020). Un factor geopolítico estratégico en tanto busca limitar la extensión de la multipolaridad que caracteriza el escenario global a la región. Una opción que pone de manifiesto la vigencia y el ejercicio de la doctrina Monroe, refuerza las relaciones de dominación centro-periferia (Ominami, Fortín yHeine, 2020), reduce cada vez más las posibilidades de los países de superar el subdesarrollo mediante su inserción internacional y polariza a sus sociedades fragilizándolas.■ Elecciones de la Organización de Estados AmericanosLa renovación del cargo de Secretario General de la OEA pareció atada a los intereses de los EE.UU. para la región, cuyo liderazgo se disputa con China y Rusia. La reelección de Luis Almagro en la 54a Asamblea General Extraordinaria7del 20 de marzo de 2020 estuvo precedida por una compleja trama de alianzas que, sin duda, seguirá muy activa en el futuro. Sobre todo considerando el rol central que desempeñó en la activación de una dinámica política que culminó con la renuncia del presidente boliviano en funciones, forzada por las Fuerzas Armadas nacionales, a pesar de la aceptación de Morales de las recomendaciones del organismo internacional súper-partes: convocar a nuevas elecciones generales y renovar la totalidad de los miembros de Tribunal Supremo Electoral (Saltalamacchia Ziccardi, 2020).

Sobre la trama de alianzas, por un lado, Trump no necesitó mencionar regularmente a Bolivia, quizá porque bastaba con referirse a Venezuela como líder de los Estados bolivarianos y reafirmar su posición frente a los gobiernos progresistas de la región. En esta dirección se pueden leer, entre los innumerables ejemplos, la invitación a Juan Guaidó para ser ovacionado por la Cámara de Representantes del Capitolio el día del discurso del estado de la Unión8. Allí Trump le pide al “Presidente” Guaidó que lleve su mensaje a Venezuela. Guaidó, que desde noviembre del 2019 viene apoyando el proceso interino de Bolivia con diferentes gestos, como cuando a través de la televisión estatal boliviana le comunicó a Jeanine Añez que “Bolivia es una inspiración para Venezuela”(Diario El Tiempo, 2020). Por otro lado, Trump envió al Caribe al Secretario de Estado Mike Pompeo, con la misión de reunirse con los países de la región agrupados en el bloque de la Comunidad del Caribe (CARICOM), para asegurar personalmente el apoyo a la reelección de Luis Almagro como Secretario General de la OEA (Saltalamacchia Ziccardi, 2020); ésta última, una observadora muy rigurosa del proceso boliviano, de la que Venezuela se ha retirado desde 2017, con acusaciones de Maduro al grupo con sede en Washington de ser un “peón estadounidense”. La misión de Pompeo fue valiosa para aportar los votos del Caribe, muy necesarios en una escena regional de opiniones divididas sobre el rol que desempeñar, y en la que las culturas se alistan para no dar tregua y levantar sus muros ‘transparentes’ enseñando su peor faceta: en tanto máquinas capitalísticas9de producción de subjetividad y de sujeción económica, que impiden el desarrollo de procesos de singularización y creatividad (Guattari y Rolnik, 2013).Vale remarcar que las intervenciones de los EE.UU. en las relaciones internas del bloque CARICOM, entre las que se cuentan inversiones realizadas enalgunos de sus países a cambio del apoyo a sus intereses, también tensionaron la unidad caribeña enfrentando a los países que la componen respecto de algunos temas centrales. Entre esos temas se cuenta “la crisis política, el comercio y la seguridad nacional de Venezuela”(The Guardian, 2020)―frente a los cuales CARICOM, como bloque, reconoce a Maduro como presidente e insta al diálogo con líderes de la oposición―; la mencionada renovación de autoridades de la OEA ―con acusaciones de presiones a países particulares para apoyar la reelección de Almagro al frente de la organización y crear un frente contra Maduro―; y la inacción de los EE.UU. frente a la crisis climática ―y su impacto regional en términos de migración―. En medio de las críticas por la selectiva reunión de Pompeo con los ministros de Asuntos Exteriores de algunos países en Jamaica, a la que se abstuvo de ir la presidenta del bloque Mia Mottley ―representante de Barbados―, el Secretario de Estado de los EE.UU. dejó una frase esclarecedora que habilita múltiples lecturas: "Estados Unidos no tiene la intención de dividir CARICOM, ni ayer ni hoy... Queremos que todos los países de esta región prosperen y tengan éxito"10. Lo que sí confirma es que “integración” y “prosperidad” representan un par conceptual que se percibe como virtuoso y promisorio para quienes estén listos para alcanzarlo.

Elecciones del Estado Plurinacional de Bolivia

El Estado Plurinacional de Bolivia retomó la senda democrática mediante las elecciones del 18 de octubre, tras la crisis cívico-política de 2019. Con el 54,73% de los votos se impuso en primera vuelta el binomio compuesto por dos históricos del MAS, Luis Arce como presidente y David Choquehuanca como vice, seguidos por Comunidad Ciudadana (CC) del expresidente Carlos Mesa (2003-2005), con 29,16% del total de votos, y por las demás fuerzas desde más atrás11. Las cuatro suspensiones de las convocatorias a elecciones agudizaron la incertidumbre que ya generaba el gobierno autodeclarado, cada vez con menos credenciales debido a su mala gestión de las restricciones impuestas por el COVID-19 y a la profunda violencia electoral, simbólica, económica y policial-militar ejercida contra todo aquel que pareciera adherir al MASismo (Ortiz, Molina, Rocha Fuentes, CórdovaVillazón, 2020). Violencia ejercida con un espíritu revanchista y vengativo. Aunque el MAS advirtió que el gobierno de Jeanine Áñez buscaba ganar tiempo para re-articular la otrora oposición con las sucesivas postergaciones no supo cómo hacerlo, como quedó de manifiesto en la conformación de las candidaturas y en los resultados finales. Además de la reiterada imposibilidad para definir un candidato único con una propuesta de escala nacional y para todos los bolivianos, otra cuestión clave a la hora de leer los resultados de la elección sería la mala caracterización del ex gobierno, que exagera sus rasgos autoritarios, dando cuenta de una incapacidad de distinguir sus fuentes de legitimidad (Molina, 2018). Una operativa cognitivo-política compleja, porque sobre esa falta de realismo se apoyaría buena parte de los argumentos que sostendrían la validez del gobierno de Jeanine Áñez y, quizá, del apoyo internacional. En esa miopía existe, también, una fuerte carga de racismo (Ortiz, Molina, Rocha Fuentes, CórdovaVillazón, 2020) sobre la que se asienta una superioridad imaginada y paradojal.Sin más opción que dar paso a una contienda electoral inevitable, salvo que se apelara a la prescripción del MAS como último recurso, los pedidos del gobierno de Áñez para ejecutar la detención de Morales por sedición y terrorismo convocaron a los fantasmas de otras escenas, como la intervención estadounidense y de la OEA en Haití. Una vez confirmado que lo peor no sucedería, y echada a correr la elección con la presentación del binomio del MAS, la nueva interrupción del conteo de votos no llegó ―esta vez― a buen puerto. Incluso, a pesar de que un año atrás la oposición interna y externa habían mostrado la capacidad de traspasar todos los límites esperables hasta salirse del marco democrático y caer en la tentación militar. Con la holgada diferencia de votos mediante, el binomio compuesto por el ex ministro de economía y el ex canciller del MAS, Morales dio cuenta de su capacidad para interpelar a la clase media urbana y al voto indígena y campesino, balanceando las fuerzas aambos lados de su “modelo de transición” implementado durante trece años. Su hegemonía política se puso en duda a partir del revés que significaron el rechazo a la candidatura de Morales por medio del referéndum del 2016 y a una solución de muy baja legitimidad que significó el quiebre de una tradición jurídica. El descontento masivo frente a la habilitación sin límites para la reelección de Morales se hizo carne en los injustificables sucesos trágicosdel 2019. Revirtiendo este error y reconociendo otros,el cambio de liderazgo que significó el actual binomio presidencial le dio un nuevo aire al Proceso de Cambio del MAS tras la crisis política, y le permitió reforzar su arraigo social y político mediante la renovación de la promesa de legitimidad democrática y de unidad. Siguiendo el análisis que provee Molina (2018), sería válido caracterizar la demografía electoral de los últimos años a partir de las conclusiones obtenidas por el Tribunal Supremo Electoral, extraídas de la “encuesta autopsia” realizada tras el referéndum constitucional. La correlación entre alineamiento político y pertenencia social se configuraría por dos polos de 35 % de votantes cada uno, que enfrentaría a los antievistas, quienes se confundirían con la clase media típica, y a los evitas, que lo harían con la clase baja. El 30% restante, que se confundiría con la clase media baja, también se dividiría en dos polos de 15% de votantes respectivamente. Por un lado, se identificaría a quienes fueron votantes de Morales pero que tras sus sistemáticas arbitrariedades lo abandonaron en las urnas en 2016 y 201712, pero cuyas críticas no fueron capitalizadas por la oposición. Por el otro, el 15% que votó por Morales en el referéndum de 2016 pero que no asegura hacerlo siempre. Sobre todo si se insiste en el estilo “caudillista” de manejo de la burocracia estatal. Esta descripción de la polarización social y electoral, que pondría en evidencia quiénes ganaron material y simbólicamente durante el proceso político dirigido por Morales, podría retomarse para explicar los resultados de 2020. Aunque, como se advierte a partir de lo escrito en éstas páginas, la idea de “ganar” requiere un análisis profundo13. La necesidad de respuesta a las deudas históricas se agudizará en el contexto de la tensión social reforzada por la crisis económica y la emergencia sanitaria por el covid-19. En el actual contexto de polarización social y de presiones internas y externas, Luis Arce y David Choquehunca podrían verse forzados a re-balancear la relación de correspondencia entre las transformaciones del ámbito doméstico y la de su agenda de política exterior, debilitando la diferenciación con los gobiernos anteriores. En el ámbito doméstico, estas presiones podrían dificultar la profundización de las transformaciones históricas, que son demandadas por los movimientos sociales. También podría modificar la correlación de fuerzas entre los partidos políticos, que hoy sigue favoreciendo al MAS, según se ha visto en la elección del 2020. Esto último, se debería, en parte, a la imposibilidad de su oposición de conformar una propuesta de país única, que seduzca a la significativa porción de indecisos y capitalice el núcleo de los cuestionamientos a las políticas del MAS, que constituyen los tres frentes de disputa autonómica, así como las arbitrariedades y los errores en los que el Proceso de cambio insistió durante su larga gestión y que erosionó progresivamente la confianza e identificación con él.El nuevo binomio cuenta con la experiencia adquirida en las significativas carteras de economía y relaciones exteriores durante los gobiernos de Morales. Aprendizajes que deberán capitalizar para afrontar la complejidad de los desafíos que plantean la abigarrada sociedad boliviana, que demanda consolidar sus logrosy, en algunos casos, profundizarlos. En esa dirección, los efectos de los desencuentros de los sectores populares dependerán del grado de complejidad de cada coyuntura cívico-política. El golpe de estado de octubre y noviembre de 2019 mostrarían que esa desarticulación podría generar nuevas condiciones

e posibilidad para que algunos actores estratégicos, sin más argumentos que su propia ambición, manifiesten sus dificultades o desinterés para canalizar los conflictos sociales por la vía de la política, arrastrando con ellos a sectores maltratados por el MAS. A partir de esta incapacidad podrían, incluso, recurrir a las Fuerzas Armadas como árbitro político sin considerar los riesgos que éste retorno implica para la estabilidad y el fortalecimiento de sus instituciones, echando por la borda los esfuerzos colectivos para la construcción democrática (LevitskyyMurillo, 2020). En otras palabras, la coyuntura política requiere de una cultura democrática de construcción de acuerdos entre actores políticos, muy débil o casi inexistente ―también― en el MAS, acostumbrado a un tipo de hegemonía política que ya no existe en Bolivia (Ortiz, Molina, Rocha Fuentes, CórdovaVillazón, 2020.

Elecciones de los Estados Unidos

Las elecciones del 2 de noviembre iniciaron la renovación de la administración de los EE.UU. de forma trabajosa. Los cuestionamientos de Trump, que perdieron apoyo político con el correr de los días progresivamente,pero ahondó la polarización social, pusieron en duda la calidad del sistema electoral ―exigiendo la urgente necesidad de su modernización y la suspensión del conteo de votos―, a la vez que denunció la victoria de Biden por medio del fraude. La tensión, que fue in crescendo los días previos a la elección, se extendió a las jornadas posteriores de recuento de votos y proyectó una transición de mando problemática. Considerado Trump un outsider del sistema político, el interrogante fue cuánto presionaría con la denuncia de fraude y qué tan lejos la llevaría. El nerviosismo ante laposibilidad de revueltas cívico-políticas que llevaran al caos y la confusión recorrió todo el país y se agudizó por la confirmación del aumento de la venta de armas los días previos a la elección, la construcción de barricadas en los frentes de los negocios de diversas ciudades, y la circulación de la recomendación de acumular comida y medicina14. Las declaraciones de fraude sonaron muy apresuradas debido al muy significativo pero esperado aumento del voto por correo, explicado por el impulso que el coronavirus imprimió a la tradición de los votantes demócratas que demandó una cantidad infrecuente de días de recuento. El montaje de esta escena, iniciado durante los meses previos, recuerda a las sospechas con que algunas élites políticas empiezan a mirar el hecho electoral y a la democracia, que se convierten en un estorbo en el ocaso actual de neoliberalismo cuando la economía de libre mercado y la democracia representativa produce más el debilitamiento de sus capacidades predictivas sobre el porvenir y una divergencia de las expectativas que lo contrario (García Linera, 2020). En otras latitudes, esta metodología pudo recordar a otras urgencias, como la premura con la que la OEA presentó su informe preliminar para crear sospechas sobre el recuento de votosde las elecciones bolivianas de 2019 y exigir nuevas elecciones. Si bien la falta de pruebas y la solidez de las instituciones estadounidenses amortiguaron los intentos de Trump, no evitó que Obama, entre muchos otros ―incluso desde dentro del propio Partido Republicano― le recordara que se trataba de un “camino peligroso” y “un paso más hacia la deslegitimación no solamente del próximo gobierno de Biden sino de la democracia en general” (BBC, 2020). Sin embargo, la sustantiva cantidad de votos obtenidos por Trump ―que lo convierten en el republicano más votado por latinosy afrodescendientes― le permitiría mantener un elevado nivel de influencia al interior de su partido y, eventualmente, ser candidato a presidente nuevamente. Haciendo una comparación conla noción de la psiquiatría, Badiou (2020) metaforizó la aparición de Trump en la escena política y su primera victoria como un “síntoma” de la sociedad estadounidense actual, que daría cuenta del retiro de la política de la escena mediada por la dificultad de los partidos de presentar propuestas en contradicción pero, a la vez, con la capacidad de colaborar para mantener la unidad del Estado. Esta “política sin alternativa”, que paradójicamente podría realzar la creatividad de las transformaciones bolivianas, daría lugar a la aparición de outisdersimprevisibles y radicales, como si fueran una anomalía del disfuncionamiento del sistema de partidos, que han dejado un Congreso profundamente polarizado (Poole, 2008). Advirtiéndolo, el binomio demócrata Biden-Harris, que se impuso con el 51% del total de votos y 306 votos electorales ―con todos los Estados proyectados15― llamó a la unidad de los estadounidenses ―una frase hecha para estas circunstancias pero que sonó necesaria y cargada de sentida emoción― y declaró que apoyaría a los países que “estén listos”. Pensando en el futuro de Latinoaméricay el Caribe, y de Bolivia en particular, habrá que esperar para saber qué significan esas promesas y a quiénes están dirigidas, sin olvidar que, por un lado, Obama ―a quien Biden acompañó como vicepresidente desde 2009 a 2017― continuó con la política exterior de su antecesor republicano, George W. Bush, sin realizar demasiados cambios e, incluso, avanzando hacia laderecha (Weisbrot, 2011). Por el otro, que el ex-presidente Trump, con una relativamente nutrida participación de gobiernos de Latinoamérica, fue reconfigurando las relaciones entre Washington y la región, promoviendo su fragmentación y la quiebra del sistema interamericano (Tokatlian, 2020). Desunión que generaría las condiciones para la modificación de los equilibrios de poder al interior de la región y, en el contexto de sociedades polarizadas dominadas por la tensión interna, de las relaciones bilaterales entre los países que habiliten la participación de socios externos indeseados. Al momento, y siguiendo las expectativas generales, Biden anticipó que el compromiso con el multilateralismo será una prioridad para su país. Sobre todo en el campo de la salud y el cambio climático, direcciones redituables políticamente y que no presentan riesgos.

Conclusiones Provisionales

La Plurinacionalidad, como síntesis de un proceso de transformación estatal de profunda creatividad social, que incluye a los procesos autonómicos indígenas como uno de sus componentes esenciales, representa el corazón de las reivindicaciones históricas de los movimientos indígenas, originarios y campesinos. En tanto objeto de demandas sociales, será inevitable que el tema participe en laconstrucción del futuro de Bolivia, que irá planteando los nuevos desafíos internos y externos hacia su definición como democracia poscolonial o anticolonial. En el contexto de los procesos electorales de la OEA, Bolivia y los EE.UU., una cadena de alianzas e intervenciones cuestionables puso de manifiesto, por un lado, la reconfiguración estratégica de las relaciones entre Washington y la región como parte de la disputa por su liderazgo con China y Rusia. Esta promoción de su fragmentación, que quiebra del sistema interamericano, modifica los equilibrios de poder al interior de la región y de las relaciones bilaterales entre los países, así como genera las condiciones para influir en las capacidades de sus gobiernos que tiendan a implementar los cambios demandados por sus sociedades habilitando para ello la participación de socios indeseados. Debido al riesgo que implican para la construcción de las democracias de la región, esas alianzas e intervenciones generaron una fuerte resistencia internacional. Porotro lado, el carácter ubicuo y la intensidad de las presiones que tendrán que enfrentar quienes desean fortalecer los procesos de singularización vinculados con las autonomías de los pueblos indígenas y la plurinacionalidad en Bolivia toman la aparienciade un significativo asedio cultural. Este hostigamiento obstaculizaría la superación de una de las contradicciones históricas fundamentales de un “Estado fallido”. Quizá la osadía más significativa planteada por los sectores populares desde la revolución francesa, que por vía de la participación incluye el deseo de responsabilizarse por la construcción de esa “Nación fallida”.En este contexto de presiones estratégicas, agudizado por la crisis multidimensional disparada por el COVID-19, el entrante gobierno de Bolivia podría verse forzado a re-balancear la relación de correspondencia entre las transformaciones del ámbito doméstico y la de su agenda de política exterior. Esas modificaciones podrían dificultar la profundización de las transformaciones históricas, que son demandadas por los movimientos sociales, tensionando las escenas locales. También podría modificar la correlación de fuerzas entre los partidos políticos, que hoy sigue favoreciendo al MAS, según se vio en las elecciones del 2020.La conjunción de las limitaciones de los actores políticos dominantes, azuzadas desde el exterior, erosionaron la confianza social y promovieron la polarización, y puede ser en el futuro otro de los factores que genere las condiciones para retrocesos lamentables. Por un lado, la gestión del MAS se caracterizó por un muy cuestionable manejo de la burocracia estatal, la traición de los acuerdos sociales alcanzados junto con la falta de reconocimiento de los errores y la insistencia en ellos a lo largo de sus tres gestiones, que produjo el debilitamiento y la reconfiguración de los sectores populares. Por el otro, la oposición manifestó en 2019 la dificultad o el desinterés para canalizar los conflictos sociales por la vía de la política llegando a recurrir a las Fuerzas Armadas como árbitro político; siendo éste el ejemplo más radical. En síntesis, la actual asociación de presiones internacionales manifiestas y la debilidad de un sistema interamericano que pueda gestionarlas podrían agudizar estratégicamente la polarización de las escenas locales y conducir a dinámicas cívico-políticas conflictivas. En una escena boliviana que enfrente a un MAS desgastado por esas tensiones internas y externas con una oposición sin capacidad de diseñar propuestas que incluyan a todos los sectores, el compromiso colectivo debería estar dirigido a reforzar las capacidades para el hallazgo de soluciones por medio del diálogo y la negociación en lugar de fortalecer la “tentación militar”. Tomar esa dirección conduciría a profundos déficit democráticos y a involuciones históricas que pondrían en riesgo los esforzados avances realizados, como pudo verse en el curso del 2020. Además, esos retrocesos podrían materializar las intenciones de otras agendas propias de procesos de sujeción psicosocial, económica y política de larga data, que van más allá de Bolivia y que no tienen que ver con las necesidades de la ciudadanía real, que puso a la plurinacionalidad en el centro de sus prioridades.

 

Notas

1Se habla de co-construcción de la selva considerando el estatus de organismo vivo y sujeto de derechos que diferentes pueblos le reconocen a la naturaleza, siendo las constituciones de Ecuador y de Bolivia dos ejemplos de institucionalización estatal que incorporan esa visión integral de la vida y, por lo tanto, obligan a una modificación de la actual relación socioambiental.

2La doctora en Sociología Política Maristella Svampa aborda la compleja situación descrita integralmente en su libro Debates latinoamericanos: indianismo, desarrollo, dependencia y populismo(2016).

3López Flores, P. se refiere en ¿Un proceso de descolonización o un período de recolonización en Bolivia? (2018) a la neutralización de los horizontes de la descolonización, los procesos autonómicos indígenas y la plurinacionalidad por parte del gobierno de Evo Morales y de su partido MAS, trassu relegación a una “simple retórica estatal folklorizada y despolitizada”.

4A modo de cronología que facilite la ubicación temporal, de 1930 a 1982 dominaba el capitalismo industrial, y de 1982 a 1995 se da la reestructuración capitalista, facilitada por la modernización de las instituciones del Estado (Gómez Leyton, 2017). La “guerra del agua”, la “guerra del gas” y el ascenso al gobierno del MAS se dan entre el 2000 y el 2005. El protagonista central de este ciclo de rebeliones es el movimiento indígena y campesino (Chávez León, 2008). La Asamblea Constituyente se inicia en 2006 y se cierra en el 2009, y da lugar a un nuevo orden político-institucional establecido por la nueva Constitución Política del Estado Plurinacional.

5RT (2015) “La histórica VII Cumbre de las Américas en Panamá”. Disponible en: https://actualidad.rt.com/actualidad/171644-septima-cumbre-americas-pan…. Fecha de consulta 6/2020. TeleSur TV (2016) “Evo Morales denuncia que EE.UU. intenta desestabilizar América Latina”. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=1bQUO63owtA. Fecha de consulta 6/2020.

 

6Weisbrot (2011) afirma que la serie de maniobras realizadas por la administración Obama que facilitaron el derrocamiento del gobierno hondureño de Zelaya el 28 de junio de 2009 y luego impidieron su restitución, crearon una brecha entre el gobierno estadounidensey los demás países en el hemisferio. Esa brecha será reforzada, entre otros episodios, por la firma del acuerdo de cooperación militar entre los gobiernos de los EE.UU. y Colombia, que habilitará el acceso del primero a bases militares colombianas. Este caso fue tratado por la UNASUR en su reunión del 28 de Agosto de 2009, en la ciudad de Bariloche, Argentina. Una participación igual de cuestionable tendrálos EE.UU. y la OEA en las elecciones presidenciales en Haití, del 28 de noviembre del 2009, que concluirá con la habilitación para participar de la segunda vuelta de los candidatos de derecha tras bloquear al representante del gobierno en funciones y en tensas relaciones con los EE.UU.

7Organización de Estados Americanos, OEA (2020) “La Asamblea General de la OEA reelige a Luis Almagro como Secretario General y a Nestor Mendez como Secretario General Adjunto”. Disponible en:https://www.oas.org/es/centro_noticias/comunicado_prensa.asp?sCodigo=C-…. Fecha de consulta 6/2020.

8TVV Network (2020) “Congreso de EEUU ovaciona a Juan Guaidó”. Disponible en:https://www.youtube.com/%20?v=Uyyb3KsJNDc. Fecha de consulta 6/2020.

9Expresión de Guattari que hace recordar a la noción de estructura centro-periferia, que utilizan Prébisch-Singer para diferenciar sistemas económicos y políticos, y referirse al deterioro de los “términos de intercambio” que benefician a los países más poderosos e industrializados y en perjuicio de los países más débiles y productores de materias primas.

10Reuters News Agency (2020)“Pompeo says U.S. not seeking to divide Caribbean bloc Caricom”.Disponible enhttps://www.reuters.com/article/us-usa-caribbean-pompeo/pompeo-says-us-…. Fecha de consulta 6/2020.

11Órgano Electoral Plurinacional (2020) “Tribunal Supremo Electoral publica los resultados oficiales de las Elecciones Generales 2020”. Disponible en: https://fuentedirecta.oep.org.bo/noticia/tse-publica-los-resultados-ofi…

12Las elecciones del referéndum del 2016 y las judiciales de 2017.

13Se recomienda consultar los informes del CEDLA sobre la pobreza multidimensional en Bolivia que incorpora la perspectiva de los Derechos Humanos. Disponible en: https://cedla.org/publicaciones/obess/desigualdades-y-pobreza-en-bolivi…

14INFOBAE (2020) “Cómo se preparan los comercios en Estados Unidos ante posibles disturbios durante las elecciones”. Disponible en:https://www.infobae.com/america/fotos/2020/11/02/como-se-preparan-los-c…. Fecha de consulta: 11/2020.

 

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Cómo Citar

FILGUEIRA RISSO, E. (2021). El Asedio Cultural: la plurinacionalidad boliviana frente a tresprocesos electorales. Revista Integración y Cooperación Internacional, 33 (jul-dic), 81-99

 

 

Artículo: ISSN 1852-9798

Autor: FILGUEIRA RISSO, E. 

Año: (2021). 

Título: "El Asedio Cultural: la plurinacionalidad boliviana frente a tres procesos electorales". 

Publicación: Revista Integración y Cooperación Internacional, 33 (jul-dic), 81-99. Centro de Estudios en Relaciones Internacionales de Rosario (CERIR) de la Universidad de Rosario (UNR).

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